LOS MEDIEVALES
Como todos los febreros, la ciudad aragonesa de Teruel
viaja a través del tiempo hasta el siglo XII. Cada año, sus calles y sus gentes
reviven la trágica historia de Diego e Isabel, la historia de amor más bonita
jamás contada. La representan en diversos escenarios localizados por todo el
centro histórico de la ciudad.
Databa el año 1217, Isabel de Marcilla, hija de una
familia rica y Juan Diego Martínez de Marcilla, segundo hijo de una familia
pobre habían estado enamorados desde niños y querían casarse. Cuando Diego fue
a pedir la mano de Isabel a su padre, Pedro Segura, éste se la negó alegando
que no tenía riquezas, al contrario que su familia. El joven rogó un plazo
al prójimo para obtener botín en la guerra, y éste le dio cinco años. Por
tanto, Diego partió a la guerra en busca de riqueza.
Transcurridos los 5 años, todos pensaron que
Diego había sucumbido en alguna batalla. En consecuencia y en contra de sus
deseos, Isabel se iba a casar con Don Pedro de Azagra, un noble muy rico, pues
su padre así lo quería.
El día que se
celebraban las nupcias, Diego, que no estaba muerto, volvió a Teruel con la
riqueza prometida para desposar a su amada, pero al llegar descubre que ésta ya
está casada. Por consiguiente, Diego decide buscar a Isabel. Al encontrarla tiene
la osadía de pedirle un beso, un único beso de despedida. Isabel, al tener en
cuenta que ya es una mujer casada, se lo niega entre lágrimas. Ante esta
negativa, el corazón de Diego se rompe en mil pedazos y cae fulminado al suelo.
Al día siguiente Teruel llora la muerte de Diego en la
iglesia de San Pedro. Mientras la familia se despedía del difunto, una figura
encapuchada salió de entre la multitud y se dirigía directamente hacia el
cuerpo de Diego. Era Isabel de Segura, que decidió ir a despedirse de su amado.
Al llegar junto a él, le entregó el beso que no fue capaz de concederle en vida
y, cuando sus labios se rozaron, cayó muerta encima.
Pedro de Azagra que estaba contemplando toda la escena
entre la multitud, se percató de que el corazón de Isabel siempre había
pertenecido a Diego y, por ende, mandó que los enterrasen juntos.
Ainara Crú y Marina Martínez
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